Taller La Resolución para hombres – Sesión 12 – Promete reconciliarte con tu pasado

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“Prometo perdonar a los que me hagan mal y reconciliarme con quienes yo haya defraudado”

 

“Cuan bienaventurado es aquel cuya transgresión es perdonada, cuyo pecado es cubierto” (Salmos.32:1). Si quieres ver a una persona feliz, fíjate en aquel que acaba de ser perdonado.

Por otro lado hay otra alegría que debemos siempre procurar, es esa liberación que sientes cuando acabas de perdonar a alguien que te haya lastimado profundamente, de hecho, otorgar el perdón incondicional y específico nos libera para estar bien con Dios. (Mateo.6:14) (Lucas.6:37).

Por el contrario la amargura, el resentimiento y la falta de perdón nos pueden derribar y la culpa puede volvernos hombres cobardes. Estas cargas espirituales negativas solo agregan un pero innecesario y consumen tiempo y energía.

Con esto en mente es importante que conozcamos que para ser fieles, decididos y poder caminar junto a Dios debemos despojarnos del peso de nuestro pasado; tanto de la amargura como de la culpa. (Hebreos.12:1). La visión de lo que está por delante de nosotros solamente será clara cuando nos despojemos de los estorbos de nuestro pasado.

Nosotros fallamos y Dios restaura. Nosotros confesamos y Él perdona.

 

La reconciliación: pasado y presente

(Mateo.28:19) Dios está en completa paz consigo mismo. Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu Santo están en plena unidad en la Deidad. Sin amargura, sin odio, sin culpa, sin falta de armonía. Solo intenso amor, gozo y paz. Y cada uno de nosotros fue creado a Su imagen, llamado a conocerlo y a seguir Su ejemplo. (Juan.8:31)

Sin embargo, con frecuencia pecamos, herimos a los demás y dejamos un tendal de vidas afectadas negativamente. Es en este punto donde debemos buscar reconciliarnos con todos.

La reconciliación es tan importante para Dios que envío a Su Hijo Jesús a “reconciliar todas las cosas consigo, habiendo hecho la paz por medio de la sangre de su cruz” (Colosenses.1:20). Es decir, a través de nuestro arrepentimiento y nuestra fe en Él, somos reconciliados con Dios y nuestros pecados son perdonados por completo. Su muerte trajo reconciliación.

Ahora como receptores de esta asombrosa redención, Dios nos llama a unirnos en ésta increíble tarea de ayudar a que otros también se reconcilien con Dios. Somos “embajadores de Cristo” (2Corintios.5:20), encargados de declarar con palabras y nuestra vida que “Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones” (2Corintios.5:19)

¿Cómo debemos comenzar en esta Gran Comisión? (Mateo.28:19-20)

El primer paso es reconciliarnos con Dios y después reconciliar nuestras relaciones con nuestras esposas, padres, hijos, hermanos, familiares lejanos, amigos descartados e incluso nuestros más acérrimos enemigos. Necesitamos volvernos expertos en aprender cómo solucionar rápidamente nuestros problemas. Debemos ser valientes en el conflicto. Reacios a ofender y rápidos para perdonar. Debemos humillarnos y disculparnos cuando nos equivocamos.

Pedir perdón es una demostración de una increíble madurez y fortaleza, además al pedir perdón damos testimonio del Dios misericordioso al que profesamos. (Efesios.2:4) (Salmos.116:5) Ser reconciliadores es nuestro llamado como hombres cristianos. Para llevar esto a la práctica se requieren hombres de resolución, hombres decididos a hacer lo que Dios manda y de la manera que Dios lo hace.

 

El perdón de cada día

La primera parte de esta resolución es entregarse de lleno al poder del perdón, estar seguro de que no hay ninguna “raíz de amargura” (Hebreos.12:15) en tu corazón contra otros. Debes responder con sinceridad si ¿alguien te ha hecho daño y no lo has perdonado por completo?

Cuando no perdonamos es como si dijéramos: “Me hiciste daño, así que estaré enojado contigo hasta que pagues por lo que me hiciste”. Sin embargo, cuando Jesús enseñó a Sus discípulos cómo orar con poder para mover montañas, les dijo: “Y cuando estéis orando, perdonad si tenéis algo contra alguien, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone vuestras transgresiones” (Marcos.11:25). Nuestra obediencia no debe depender de la obediencia de otros, si otro peca contra nosotros no nos da permiso para pecar, cada uno debemos de cuidar nuestra relación con Dios.

Las relaciones personales, las familias y los matrimonios sólidos existen no porque quienes participamos en ellos no pecamos sino que esa fortaleza y solidez derivan de la capacidad de perdonar de quienes participamos en ellas.

(Mateo.18:22) Nos da una idea de la frecuencia con la que será necesario practicar el perdón en nuestra vida diaria. De hecho en la oración modelo también Dios nos deja claro que cada día debemos pedir por nuestros alimentos (Mateo.6:11) y en seguida (Mateo.6:12) nos habla de que debemos pedir que Dios nos perdone tal como nosotros “perdonamos a nuestros deudores”.

Otro aspecto primordial es que “las misericordias de Dios son nuevas cada mañana” (Lamentaciones.3:23) y por lo tanto, así mismo deberían ser nuestras misericordias, cada día debemos mostrar el mismo espíritu de otorgar perdón a cualquiera que nos ofenda. Si deseamos estar en comunión con Dios cada día será necesario que aprendamos y practiquemos el perdón cada día.

Alguna vez has pensado: es que fue tan doloroso que no puedo perdonar, es que lo que me hizo yo no lo merecía, es que jamás lo hubiera esperado de él / ella, es que ni siquiera le importa mi vida, es que no es justo lo que me hace, es que valgo mucho a los ojos de Dios y así podríamos seguir nombrando excusas todo el día, lo que debemos entender en este punto es que Dios siempre será el mismo y sus mandamientos de perdonar nunca cambiarán. (Santiago.1:17)

¿Estás pensando en alguien a quién no has perdonado? Date cuenta que Dios conoce tu corazón (Salmos.44:21) (Salmos.139:23) y “no puede ser burlado” (Gálatas.6:7)

 

El fruto de la falta de perdón

(Efesios.4:26-31) Primero nos enumera una lista de los frutos que surgen de una raíz de amargura y nos advierte que no debemos tardar en reconciliarnos con nuestro prójimo ya que si esto sucede nuestro enemigo Satanás estará aprovechando la oportunidad.

Debido a que el “ladrón vino para robar, matar y destruir” (Juan.10:10) siempre aprovechará cualquier descontento, disensión, conflicto, enojo entre los hombres para sacar provecho para su causa destructiva. Puede robar nuestra fe, llenarnos de miedos, quitarnos el gozo, deprimirnos, arrebatarnos el amor y meternos malos pensamientos hacia los demás y esto sólo sucede cuando nosotros damos pie.

En cualquier ocasión en que haya conflicto Satanás, que significa “acusador” (Apocalipsis.12:10) habrá su trabajo de meternos malos pensamientos contra la otra parte e iniciar así una obra se separación y división estableciendo así su reino de las tinieblas. (1Juan.2:11) (Génesis.1:4)

La nueva vida en Cristo Jesús se evidencia en que podamos practicar perdón cada día, tal como Dios no otorgó el perdón que nos reconcilia con Él. (Efesios.4:32). La falta de perdón y la amargura afecta nuestra comunión con Dios.

 

“Prometo perdonar a los que me hagan mal”

Solo Dios es juez supremo de las acciones de los hombres. Solamente Él está perfectamente calificado y en la posición para ejecutar juicio justo sobre la humanidad. Nunca debemos tomar Su lugar como jueces, eso no nos corresponde. (Salmos.119:62) (Romanos.2:5)

Cuando guardamos resentimientos y dejamos de perdonar es como si decidiéramos castigarlo nosotros mismo arrojándolo a la cárcel de nuestro corazón enojado y esto es como si dijéramos debido a que tú me hiciste daño ahora yo me dañare más mi propia alma, no tiene sentido, es obvio, que la obra Satanás es engañarnos haciéndonos pensar que estamos haciendo lo correcto, pero afortunadamente La Palabra de Dios nos da luz en este sentido.

Perdonar es disculpar una deuda legítima. De hecho, nuestro perdón no libera a la otra persona de las consecuencias de su pecado, pero si te liberará a ti de la carga y el dolor que genera el querer mantenerlo en deuda sin perdón. Tal vez te hayan hecho mucho daño en el pasado o ayer mismo, lo que tienes que considerar en este punto es lo que “tu propio pecado” le ocasionó a Jesús, que tuvo que entregar Su propia vida para que tus pecados fueran perdonados, al recordar esto siempre será más fácil obedecer a Dios otorgando el perdón a nuestros deudores.

El perdón no lo otorgas porque alguien lo merezca, sino que es un regalo que otorgamos para estar bien con Dios y demostrar el amor y la misericordia que Dios derrama en nosotros mismo al salvarnos de la muerte eterna.

La realidad es que en nuestras propias fuerzas no podríamos perdonar y agradar a Dios, en todo necesitamos el poder del Espíritu Santo de Dios. (Filipenses.4:13), Él es quién “pone el querer como el hacer” (Filipenses.2:13). Sigue los siguientes tres pasos para perdonar: 1. Suelta, 2. Entrega y 3. Hazlo.

Por último, camina cada día en actitud de perdón de manera permanente. Puedes perdonar a alguien el lunes, pensar (recordar) en la herida el martes, irte a dormir enojado el miércoles y amanecer amargado el jueves. ¡Ten cuidado, Satanás tratará de destruir la obra de Dios en ti!

 

“Prometo reconciliarme con quienes yo haya defraudado”

La segunda parte de la resolución de perdonar, además del perdonar a los que nos hicieron mal, es: “reconciliarnos con quienes nos hayan defraudado”. Este paso se vuelve complicado ya que rara vez consideramos las maneras en las que hacemos sufrir a otros.

Pongámonos a pensar en que nuestra relación vertical con Dios se ve afectada por la condición insalubre de nuestras relaciones horizontales con las personas a las que ofendemos. La Palabra de Dios nos dice claramente que hay cosas que dependen de nosotros para “estar en paz con todos los hombres”. (Romanos.12:18)

Como hombres, a veces seguimos el mismo proceso para ocultar y dejar de reconocer que hemos pecado. Primero, negamos u ocultamos que hemos hecho algo malo. Luego, si nos atrapan, reconocemos nuestras acciones pero negamos que hayan estado mal. Tercero, si reconocemos que estuvo mal, culpamos a otros por lo sucedido. Esto no es nuevo para Dios.

Cualquier pecado no confesado nos mantiene atados y evita que Dios derrame Su misericordia y nos perdone. (Proverbios.28:13) (Salmos.32:5)

Las consecuencias de reconocer nuestro pecado y pedir perdón duran apenas unos minutos, pero los beneficios duran eternamente: libertad, paz con Dios y los hombres, gozo, amistad, integridad.

Puedes seguir los siguientes pasos para pedir perdón a quienes has ofendido:

  • Primero, ora a Dios, pidiendo la humildad, las palabras y el favor de la otra persona. Ora para que tenga compasión y misericordia de ti.
  • Segundo, concéntrate en su dolor y no culpes a nadie. Tu disculpa es sobre lo que tu pecado le ocasiono, la otra parte estará dispuesta a perdonar si puede ver que su dolor te importa.
  • Tercero, arregla cuentas. Puedes demostrar genuino interés en la otra persona cuando le otorgas algún regalo discreto. (Proverbios.21:14) NVI “El regalo secreto apacigua el enojo; el obsequio discreto calma la ira violenta”. No se trata de manipular, sino de dar una muestra tangible de tu intención de no volver a herirla.

A veces cuando pedimos perdón la otra persona no reacciona en el mismo momento, aquí debemos esperar y  confiar en que Dios seguirá hablando a esa persona y le mostrará tu sinceridad. Hay que dar tiempo para procesar lo ocurrido y reconstruir la confianza.

Como hombres nos toca enseñara nuestras familias cuál es el camino y mostrarles cómo se construyen puentes, cómo se sanan las heridas y se restauran las relaciones. ¡Dios es digno de que seamos obedientes otorgando perdón y reconciliándonos con todos!

Dios bendice a los que tienen “hambre y ser de justicia” con Él y con los demás. (Mateo.5:6)

Gustavo Martinez Rojas