Taller La Resolución para hombres – Sesión 15 – Promete dejar un legado

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“Prometo esforzarme valientemente con la fortaleza que Dios provee para cumplir esta resolución por el resto de mi vida y para Su gloria”

¿Qué sucedería si todos los hombres del mundo no sólo se comprometieran con “La Resolución para Hombres” sino que la cumplieran a largo plazo? ¿Qué pasaría si millones de niños pudieran ver que Dios transforma a sus padres en papás cariñosos y tiernos, y en poderosos guerreros espirituales que andan en integridad y dejan un legado eterno? ¿Qué produciría esto en el corazón de las siguientes generaciones?

Como ya lo hemos platicado mucho, este es un llamado sin disculpas y específico para los hombres, a seguir el ejemplo de determinación y liderazgo espiritual de Josué y decir: “Pero yo y mi casa serviremos al Señor”. Deseamos reavivar una visión de lo que el matrimonio y la familia podrían ser si Cristo gobernara por completo nuestro corazón y nuestro hogar.

Queremos que pases el resto de tu vida preparándote para presentarte ante Dios y escucharlo decir: “Bien hecho”. Deseamos que tus hijos sientan como al amor de Dios fluye de tu corazón hacia el de ellos, que escuchen La Palabra de Dios que sale con denuedo de tus labios, que vean el poder de Dios transformándote en un padre amoroso y vean que tus oraciones son respondidas ellos se sientan atraídos a conocer, amar y seguir al Dios de su padre. Este será tu legado.

Todo padre debe ser primero un fiel seguidor de Cristo; segundo, un fiel esposo; tercero, un fiel padre y luego, un firme líder espiritual que impacte al mundo. Cuando eso sucede, podemos producir un impacto positivo en el mundo a través de nuestros hijos y nietos, incluso cuando ya hayamos partido.

Dios ya nos ha preparado para lograr esto de manera exitosa, de hecho, ya nos ha bendecido con “toda bendición espiritual” (Efesios.1:3). Además Él nos ha prometido: “No te desampararé, ni te abandonaré”

Al acercarnos a esta resolución final debemos recordar que todo lo que logremos será solamente con la intervención de Dios en nuestras vidas, sin Él nada podemos hacer. (Juan.15:5)

Hay ejemplos en la Biblia de personajes que trataron de agradar a Dios confiando en sus propias capacidades, uno de ellos fue el apóstol Pedro que si bien actuaba sinceramente cuando le prometió a Jesús serle fiel (Mateo.26:35), su error fue apoyarse en sus propias fuerzas, de manera que solo pasaron unas horas cuando ya había fracasado no una sino tres veces. Es decir, Pedro que actuaba con celo y pasión por el Señor seguramente experimentó algo de orgullo de manera que eso lo preparó para el fracaso.

Lo mismo nos puede suceder a nosotros si nos descuidamos y olvidamos que dependemos del poder de Dios para lograr cumplir con Su voluntad para nuestras vidas. La humildad debe ser la base de nuestra relación íntima con Dios. (Mateo.5:3) Jesús dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos” Ser “pobre en espíritu” consiste en comprender que somos absolutamente incapaces sin la intervención de Dios en nuestras vidas. No se trata de escasez sino de humildad delante de Dios.

Jesús en su caminar en la Tierra nos dejó el mayor ejemplo de “dependencia total del Padre” misma que fue su secreto para experimentar la victoria a largo plazo, la victoria eterna.

(Filipenses.2:5-10) “5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; “

Pablo dijo en (2Corintios.3:5) “5 No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios.” Dejando una idea muy clara en cuanto a que la actitud correcta es la de una total dependencia en nuestro Padre Celestial.

 

Ayúdame Señor

Tal como recordarán comenzamos este recorrido por la Resolución con un desafío de que tomaras el volante en tus manos y reclamaras la responsabilidad por ti mismo, tu esposa y tus hijos. Sin embargo, Dios jamás quiso que llevarás el peso de ese desafío tú solo. Quiere llevarte mientras tú llevas a tu familia.

Nuestro Padre nos conoce a la perfección y Él sabe que no podemos cumplir todos Sus mandamientos, sabe que en nuestras fuerzas no podemos amarlo con todo el corazón, mente y alma, además sabe que no podemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, sabe que no podemos amar a nuestras esposas como Cristo ama a la iglesia, etc… en resumen, Dios conoce nuestras limitaciones pero siempre está ahí para ayudarnos en nuestras responsabilidades. (Salmos.30:10) (Salmos.33:20)

Es decir, Dios nos llama a que nos rindamos a Él por completo y a permitirle que tome el control de nuestras vidas mientras nosotros cumplimos nuestras responsabilidades. Cuando hablamos de hacer de Jesús nuestro Señor lo que en verdad deberíamos estar pensando es en que “lo ponemos a Él al mando de nuestras vidas, por completo. Si esto en realidad esto nos sucede estaremos cambiando la pregunta ¿qué quiero yo? Por la pregunta ¿Qué quiere el Señor que yo haga?

 

Por completo

Jesús también nos llama a no guardarnos o reservarnos nada. Cuando las grandes multitudes comenzaron a seguir a Jesús, Él les dijo con audacia: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre y madre, a si mujer e hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo”. (Lucas.14:26)

Lo que él dijo, en otras palabras, es que no solo quería seguidores que lo amaran un poco sino que quería discípulos que se sometieran a Su señorío y que lo amaran por sobre todas las cosas. Ya que al hablar de las grandes multitudes, debemos recordar que muchos lo siguieron pero cuando vinieron las dificultades lo abandonaron sin ningún remordimiento.

En resumen, Jesús debe ser el Señor sobre todas nuestras relaciones (Lucas.14:26), sobre nuestras posesiones (Lucas.14:33), y sobre nosotros mismos (Lucas.14:27). Él debe gozar de nuestra entera lealtad y sólo así podremos aumentar el amor que sentimos por nuestras esposas, nuestros hijos y por los demás. Tal vez en este punto esto te parezca algo así como perderlo todo y precisamente esa es la fórmula para tener una vida valiosa por la eternidad.  (Mateo.10:39)

 

Considera estas siete razones para ir más allá del solo creer y seguir a Jesús, para rendirte por completo a Su señorío:

  1. Ya le perteneces. Dios nos hizo (Salmo.139:13) y además nos compró (1Corintios.6:20)
  1. Tienes con Él una deuda de amor. (Juan.15:13) Nadie nos ama más que Dios
  1. No puedes manejar la vida por tu cuenta (Isaías.53:6) (Romanos.3:10-12) Necesitamos de Dios para vivir una vida agradable a Él
  1. Él puede hacerte más feliz de lo que tú podrías. (Salmo.37:4) Si lo que más anhelas es tener más de Dios y basas te deleitas en Su presencia, indudablemente que Él te llenará a plenitud
  1. Él ya ha planificado toda nuestra vida. (Salmo.139:16) NTV (Jeremías.29:11) Los planes de Dios son mejores que cualquier cosa que podamos lograr por nuestra cuenta
  1. Un día, Él nos juzgará a todos, o sea, te juzgará a ti. (Romanos.14:10-12)
  1. Él te merece por completo. (Apocalipsis.5:9) “9 Y entonaban este nuevo cántico: «Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación.”

Con todo esto entendemos que aunque nadie de nuestra familia, nuestros amigos o conocidos nos apoyen, nosotros debemos rendir nuestras vidas a Cristo. Solamente podrás mantenerte firme en esta Resolución si te mantienes humilde de espíritu, sometido por completo a Él y lo dejas obrar en tu vida.

Él te convertirá en un hombre que viva los siete días de la semana para Su gloria; no porque tú puedas sino porque Él puede. No se trata de nosotros sino de Él.

Debemos tener como uno de nuestros objetivos principales, como varones, el que las personas vean cómo Dios nos dirige y que es solo por Su inmenso amor y poder que nosotros podemos cumplir con nuestras responsabilidades, en otras palabras, darle gloria a través de nuestro caminar diario.

El pueblo de Dios necesita hombres como David, que peleaba con gigantes, como Nehemías que asumió la responsabilidad de su familia y su pueblo, hombres como Job que aunque se queden son amigos, sin posesiones, sin salud, aun así sigan bendiciendo al Señor, hombres abnegados como el apóstol Pablo que después de ser un perseguidor de cristianos, rindió el resto de su vida a Cristo. Hombres que con valor digamos (Filipenses.1:21) “Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia” Hombres que podamos decir con el último suspiro (2Timoteo.4:7) “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera he guardado la fe”

Y por sobre todo necesitamos una nueva generación de hombres que digamos “No se haga mi voluntad sino la tuya”

Por la gracia de Dios, podremos convertirnos en esa clase de hombres.

Gustavo Martinez Rojas